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viernes, 28 de octubre de 2016

Argentada...

A despecho de la nube artera
que harto envilecida... bruna
velarle el fulgor quisiera,
soberbia luce la luna
en la infinitud sidérea:
dechado de donosura
hasta la estrella más fatua
idolatra la hermosura
de la noctámbula dama.
Resaltando su belleza,
aureola diamantada
enmarcando la faz regia,
brocado de arena y espuma
–presente de una sirena–
en la túnica nocturna;
en la lechosa garganta
una enigmática runa
que una bruja le tallara,
en la lívida mejilla
un colorete escarlata
–colorante de cochinilla
que ex profeso para ella
un enano laborara–,
máscara de negra arcilla
engruesando las pestañas...
Lástima que declinada la albada
me sea imposible seguir su tránsito,
lástima que a su amado astro
le sea imposible besarla.
 
© María José Rubiera
 


 

miércoles, 19 de octubre de 2016

Filatería...

Él, que se pensaba a salvo
en la templada penumbra,
 a solas con el horario:
saetilla puntiaguda
que le indicaba un ocaso
libre de intriga y argucia,
exento de sobresalto,
a prueba de acción inmunda,
inmune a doloso encanto...
Ahora apareces tú, duda,
recubierta de amaranto
y emisaria de la astucia
alteras su mundo calmo;
porteadora de lo obsceno,
labriega... tu aguda sombra
cultivará en su cerebro
filatería barroca,
haciendo de su vida averno.
Insomnes serán sus noches,
árido su pensamiento,
villanas sus confusiones,
salmuera su álgido aliento...
En sus horas desacordes,
graznidos de cuervo añejo.
 
© María José Rubiera
 
 

viernes, 14 de octubre de 2016

El pájaro azul

Pegajosa, bochornosa
se detallaba la tarde
en los anales del verano,
una tarde tan tórrida,
húmeda y asfixiante
que incluso el viento solano
optaba por ampararse
en lo sombrío del parque,
una tarde que invitaba a sestear
bajo la fronda de un árbol;
de hecho, salvo las sisellas
encaramadas al palomar,
el insolente petirrojo
que cual chalana fondeada
en un remansado río
sobre las hojas se mecía,
el despistado pavo real
que deseoso de gusanos
frecuentaba la pradería...
hasta el silencio sesteaba.
Y allí, en la pajarera cautivo,
sin divisar otro cielo
que no fuera el atisbado
a través del enrejado,
atrapado... cual fabuloso pájaro
en los renglones de un cuento,
el estornino azul-metálico:
azul... cual poema de Darío,
azul... como los mares del sur
y el sudanés firmamento
que nunca llegaría a ver.
Se me acercó y me acerqué,
su ser se fusionó a mi ser
y mi ser pudo entender
lo intrínseco de su ser,
me miró y lo miré:
en sus iris amarillos,
colmados de sino incierto,
un derrotista... "¿Por qué...?"
 
© María José Rubiera
 
 

viernes, 7 de octubre de 2016

"La otra"

Era satén envolvente
agasajando su piel,
seda del lejano Oriente,
damasquino brocatel...
                                                                          amén de lo inconfesable,
lo que gestado en la sombra
en la sombra ha de ocultarse
y relegado a la sombra
únicamente en la sombra
le es dado manifestarse.
Era burbuja espumosa
humedeciendo su ataire,
efervescencia caótica
ordenándose en su boca...
                                                                            amén de lo censurable,
aquello que en modo alguno
ha de hacérsele innegable
al observador agudo.
Era dádiva celeste,
un codiciado presente:
la ebúrnea levedad
aletargada en su vientre...
                                                                          amén de lo criticable,
de la vergüenza el rubor
vergonzoso y vergonzante,
del cuchicheo el rumor
gravitando incontrolable.
Era vívido resplandor
avivando lo mortecino,
deslumbrando la razón...
amén de niebla glutinosa
ofuscando la visión.
Era... 
 
 
"La otra".

© María José Rubiera