Buscar este blog

lunes, 30 de mayo de 2016

En el trasfondo...

Acontecidos los siglos,
nada es lo mismo... en apariencia,
en el trasfondo... todo es lo mismo:
mudada la hirsuta vestimenta
en lana de oveja desvalida
el "lobo" sigue hollando lo boscoso,
al acecho de ilusa "caperucita"
que frecuente lo engañoso.
Engañoso... como las apariencias
que al "Yo" le muestran lo que ansía ver,
y tóxico el bebedizo
que las apariencias le dan a beber
el "Yo" se envenena de egolatría
y coronado de falsario laurel
el "Yo" se entrona en la pedantería...
hasta caer por su propio peso.
Los abriles franquearon
los umbrales del tiempo
y nada parece lo mismo,
pero todo es idéntico:
el agua sigue siendo el agua
que de impudicias libera al océano,
la tierra fue, es y... –¿seguirá siendo?–
el cobijo de vivientes y ausentes,
el aire sigue siendo el aire
que oreó y orea las mentes;
el fuego sigue siendo el fuego
en que los lirios ardieron...

© María José Rubiera

sábado, 21 de mayo de 2016

Albedríos

Cuando en el envés del espejo
se autografíe lo eterno,
a la estancia silenciada
tornarán los albedríos.
Tantos fueron los que huyeron
y en aislados caseríos
latentes sobrevivieron...
Tantos fueron acallados,
por atreverse a gritar:
"¡Cobardes!"
No sé cuántos habrán sobrevivido,
yo no sé cuáles murieron;
sólo sé que por todos he sufrido,
porque a todos los conjeturé muertos.
Muertos...
como los sueños truncados,
amortajados de invierno.
Muertos...
como los labios que jamás besaron
y besos no conocieron.
Muertos...
como los yermos nonatos
que nunca nacidos fueron...
Asomada la madrugada,
tornarán los albedríos
y orbes luminosos ellos
colorearán la albada,
de luces vestirán los sayos negros.
 
© María José Rubiera
 
 

lunes, 9 de mayo de 2016

El lenguaje del silencio

Porque mudo es el silencio
y si mudo... el silencio no habla,
al silencio confía sus secretos,
y desgarrado ya el velo del alma
el silencio sabe del sueño dorado
que años atrás confinara
en un glauco relicario:
glauco... como la esperanza;
y confidente el silencio
asume sus yerros y sus lágrimas.
Y hermanado con ella el silencio
se le instala en la mirada
y manifiesto se expresa
en sus pupilas meladas:
meladas... como la miel;
se manifiesta en su sonrisa opaca,
en sus gestos, en su piel,
en la indolencia de sus manos,
en sus descalzos pies
que pudiendo ser alados
por la arena se deslizan
taciturnos, fatigados...
Y adondequiera que vaya
la persigue el silencio,
expedito el silencio la acompaña:
lo lleva siempre enredado
en el muaré de su enagua,
en la tenue muselina
de su blusa y de su falda...

© María José Rubiera