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sábado, 23 de enero de 2016

¿Qué es poesía...? (II)


La mañana viajaba despacio,
ateniéndose al decurso de las horas,
supeditada al tiempo y al espacio.
Harto el poeta de librar lid
con las rameras estrofas,
declinando escribir
impúdicas moaxajas
se dispuso a respirar.
El día se presentaba radiante:
lascivo el disco solar
violando frondosidades,
expeliendo efluvios, fuego,
derramándose en la algaba;
aturdiendo el firmamento
la trapajosa jerga y el batir de alas
de una bandada de grajos.
Una recóndita playa,
atisbada desde el acantilado,
solitaria... misteriosa,
el acantonamiento de las arenas,
resistiéndose a ser devoradas
por las insaciables olas
y mar adentro vomitadas...
El poeta se sentó a su escritorio
y blandiendo la pluma escribió:
¿Sabes, Maestro? Poesía es... Todo.

© María José Rubiera

 

jueves, 14 de enero de 2016

¿Qué es poesía...?

 
Registraba el minutero
el algente suspiro de la madrugada
–tanto más agonizante
cuanto más renace el alba–,
el postrero estertor de una jornada
infecunda para el poeta:
otra noche en blanco, y un sinfín de versos
yaciendo sobre la mesa,
destacando por su imperfección.
Él, que hasta una hoja muerta
le era fuente de inspiración,
él, que enjaezando la pluma
cual jinete a su corcel,
asistido por su Musa
la deslizaba por el papel,
dotando de voz las palabras:
una voz dúctil, plástica... tan vibrante
por la intensidad con que se expresaba
que hacía se tambalease
el minarete del alma.
El poeta, sobrecogido
por la ausencia de su estro
–a saber en qué tundra perdido–
rememoró los comienzos
de su singladura poética:
"¿Qué es poesía, Maestro?",
le había preguntado a su mentor,
y escueta la respuesta:
"Poesía es Sentimiento..."
Apremiada por la aurora,
desflecados sus caireles la luna
ingrávida, vaporosa,
no fue sino un punto tenue
en la elíptica celeste...

© María José Rubiera



sábado, 2 de enero de 2016

El éxodo del Amor


Ávido el Amor
de nacientes amanecidas
como vulgar malhechor
a campo traviesa huye
del fuego que reducido a ceniza
no caldea el corazón,
de la tea que se consume
antes de ser encendida
y manantial de pasión
ansioso de aguas tibias
fluye por resbaloso sendero:
¡qué frías las lunas frígidas
que le salen al encuentro!
Discurre el Amor
ladera abajo, zigzagueando,
tropezando en cada china,
en el lodo resbalando:
¡qué soledosa la estrella
que se desdibuja arriba!
Interrumpe el Amor
el periplo emprendido
y obrando en sus manos arcilla
a golpe de escoplo y martillo
esculpe una estatuilla
que le procure calor.
¿Se arrepiente el Amor
de haber emprendido el éxodo?,
mil y una veces: ¡nunca!,
ni siquiera cuando
dejando caer el aldabón
de la sitiada fortaleza
el espantoso clamor
del guardián de la puerta
le instara a alejarse de ella.
Estima el Amor
que no existe lugar en la tierra
donde él no tenga cabida
y entornados los párpados,
la mente en vigilia
ve que la tétrica sombra
edita el nocturno epitafio
y tendiéndose sobre su tumba
pasa el testigo a la aurora:
amanece... en loor del Amor.
Amanece,
en la ribera la voz
de una pizpireta alondra
atrae la atención del macho,
y todo, de nuevo, concurre en la isla:
instantes de gloria, derrotas,
farisaicas promesas,
prosaicas desidias...


© María José Rubiera