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miércoles, 27 de julio de 2016

Piensa en mí...

Una vez me haya marchado
al país del que nunca se regresa,
se deslizará el ocaso
bajo el maderamen de la pérgola,
una torcaz sobre un árbol
te recordará mi ausencia,
y pensarás en mí.
Tus entumecidas manos
querrán asir el recuerdo
que me trae de vuelta a ti
y hacer del momento estadía
que desafíe el paso del tiempo,
mas sólo asirán la brisa
proveniente del pretérito.
Pero no te aflijas, vida,
pendido de etéreos hilos
volará tu pensamiento
al Valle de las Ardillas:
te mostrarán el camino
que te llevará hasta mí.
Te estaré aguardando
en el Lago del Cisne Blanco,
sin importarme si te demoras
días, meses... quizá años.
Mientras tanto... piensa en mí.

© María José Rubiera
 



 

domingo, 17 de julio de 2016

Tiempo de moras


Tal como éramos,
tal como fuimos:
denostadores de abolengos,
libertarias zarzamoras
desafiando los espinos;
creadores de universos,
que lejos de ser oscuros
de luces estaban plenos.
En cada inédito universo,
vías abiertas al conocimiento
del espíritu y de la materia,
sin sombra imperfecta alguna
que desmereciera lo primordial.
En cada vía velados códices,
en cada códice la idea pura,
la realidad sin desvirtuar
por los hipnóticos sentidos:
cadavéricos reflejos
de la esplendente verdad.
En cada realidad, un bardo:
un medieval Perceval
y sus trovas sibilinas,
en cada hierática trova
gules, marfiles, rosa mística
y exordio a tener en cuenta:
¿Quién podría comprender
la complejidad del rapsoda...?
¿Quién las cuitas de su alma,
el gozo de su corazón,
si se siente amado y ama
o pena por desamor...?
Tal como éramos,
tal como fuimos,
tal como somos:
galeotes del desatino...
 
 
© María José Rubiera
 


 
 
 
 

martes, 5 de julio de 2016

La Playa del Silencio


Hay un lugar en la Costa Verde...,
aunque más que un lugar
quizá sea un Portal del Tiempo,
donde todavía existen
mitológicos seres:
La Playa del Silencio.

Ideó la Mente Suprema
crear un edén en la Tierra,
y por topónimo decirle Asturias,
Asturias: gema entre las gemas...
Y concluso ya el paraíso
custodias hizo a las xanas
de las fuentes y los ríos;
a los silfos y las hadas
encomendó la tarea
de verdecer los pomares,
los huertos y las praderas.
El litoral asturiano
feudo fue de las Nereidas,
y dado que su belleza
no conoce parangón,
so pena de tornarlas feas
y herirles el corazón
les arrancó la promesa
de cuidar que el mar y el oleaje,
llegado el atardecer,
se cubrieran de diamantes.

© María José Rubiera