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lunes, 25 de mayo de 2015

Zambra

 
La luna riela que riela
 en los espejos del mar:
alabastrina la jeta,
en el nimbo verdemar
 de una selenita gema;
 en la mejilla un lunar,
 en el labial una peca
 que al cielo invita a pecar.
 
Una zambra granadina
 en el cíngaro abisal...
 Y la sirena tullida:
 "Ven, reina... ¡Vente a danzar!"
 
La luna danza que danza...
 De vértigo el ritual,
 gitanilla atezada ella:
 en la túnica... alamar,
 en el zorongo... una peina.
 Danza, y vuelta a danzar:
 en el iris una pena,
en los labios un coral.
 
 
 La sombra alarga su sombra.
 Danza, y vuelta a danzar...
 La luna danza que danza
 sobre la espuma del mar.


© María José Rubiera
 
 
 



martes, 19 de mayo de 2015

... Y jazmín


Me dijiste: tengo hambre...
                                            hambre de ti.

De mi panal la jalea
degustar te permití.

Y no bien hubiste saciado el apetito,
embriagado de frenesí:
tengo sed...
                    sed de ti.

De mi ánfora el rosoli
te di a beber.

Y no bien hubiste mitigado la sed,
beodo el sentido:
tengo sueño,
ambiciono dormir y soñar...
                                              soñar contigo.

Y no bien te hubiste dormido,
yo... ebria de ti,
del hidromel de tus labios,
de tus ojos,
de tu piel...
también me dormí.

Y si tú romero y jazmín,


yo gota de rocío...
pernoctando sobre ti.

© María José Rubiera

viernes, 15 de mayo de 2015

Yo y mi pensamiento

Tratando de mi futuro,
discutiendo con denuedo
 hasta perder el aliento,
cara a cara, sin escudo,
me enfrento a mi pensamiento.
Pretende regir mi sino,
me dice debo enfundar
el veste de peregrino
y recorrer los caminos
en busca de la Verdad.
Me habla de cierto sendero
que me está signado hallar;
mas, a escucharlo me niego,
pues me asusta, ¡me da miedo
toparme con la maldad!
De cobardía me acusa;
yo, rebelde, me sublevo,
y a capa y espada, con fuego,
se entabla enconada lucha
entre yo y mi pensamiento.
Me es imposible acallar
su apabullante dominio,
pues me impide argumentar
e insiste sobre el camino
que imagina debo hallar.
Derecho a negarme ejerzo,
le digo que es desatino
guiarme por su consejo,
y no cedo a su desvarío
porque no puedo, ni quiero.
No comprende el majadero
que opte por otro sendero
donde he de hallar la ilusión
que es causa de mi deseo,
y le insto a dar su razón:
—Explícate, pues no entiendo.
¿A qué verdad te refieres...?;
pero respóndeme presto,
si no, entenderé que mientes:
te delatará el silencio.
Después de eterno momento,
dejando pasar el tiempo,
calculando la respuesta,
hablóme así, con desprecio,
la voz de rabia traspuesta:
—No me es dado responder;
tú, sólo has de entender esto:
Velado está en cada ser,
y es menester padecer
hasta horadar el sendero.
Errante como el Judío
deberás morir viviendo.
A cuestas con tu albedrío
habrás de hollar el camino
donde reside el misterio.
—¿Crees que si lo desvelo
valdrá la pena el esfuerzo?
—Eso depende de ti.
—Depende de mí..., ¿en qué aspecto?
—De lo que aguantes sufrir,
pues escrito está en el ancestro
que hallar la Razón Suprema
requiere vivir sufriendo;
mas si descubres la senda,
se hará la luz al momento.

© María José Rubiera

martes, 12 de mayo de 2015

El País de la Poesía (Poema y música Celia S. G.)



Érase una vez... Un cuento,
en alacena olvidado.
A solas con un mecano,
un payaso pinturero
y una muñeca de trapo
se pasaba el año entero,
pero nunca se aburría:
durante el día soñaba despierto
y por la noche soñaba
con un diminuto enano
–¡Como hermanos se querían!–.
Ambos se encaminaban,
con un hatillo en la mano,
al País de la Poesía.
Por calles, plazas y parques
al son de alegre guitarra
rimas y estrofas bailaban
hasta amanecerse el alba.
 
© Celia S. G.

miércoles, 6 de mayo de 2015

El coleccionista... (relato)

Tres de la madrugada. El libro que estoy leyendo se me escabulle de las manos, yendo a parar a mi regazo. Me caigo de sueño, pero me resisto a quedarme dormida –que yo recuerde, me he resistido a dormir desde... siempre–. "No te pierdas el milagro nocturno", advierte mi voz interior. Me acodo en el ventanal: arriba, en las alturas, la luna en creciente y su compañero de tránsito. La noche huele a tierra húmeda, a rosas de mayo, a jazmín perlado de rocío... a magia inspiradora. Una templada brisa cimbrea el ramaje de los árboles del parque. Las hojas se rozan con suavidad, como si se prodigaran caricias. Me pregunto si será su modo de reconocerse y conversar. Si así fuere, ¡qué no daría yo por entender su lenguaje! Aguzo el oído, y mi fantasiosa imaginación, presta a dispararse, hace gala de comprender la lengua. Un relato comienza a fraguarse en mi mente. Me acerco al escritorio y esbozo el primer párrafo:
 
Un mundo por explorar en toda su extensión: el de la psicosis. Un personaje aquejado de un trastorno especular: doquiera se encuentre, mire en la dirección que mire ve su propia imagen como en un espejo. En ningún momento se plantea sea fruto de una alucinación el hecho de que se vea reflejado, sino que creyéndose dotado del don de la ubicuidad en absoluto le extraña. Se siente omnipresente. De ahí que se dedique a coleccionar espejos, en los que poder admirarse desde todos los ángulos posibles: espejado altar donde fervoroso, hincado de rodillas, rinde culto a su omnipresencia...
 
 
© María José Rubiera