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viernes, 28 de noviembre de 2014

Que no te turbe amarme

 
Sí existe el mundo perfecto:
existe cuando estoy contigo
y tus labios se aproximan a los míos,
en el prolongado beso
que nos hace transportarnos
a esa comarca de ensueño
que en esencia recreamos
en las hojas de un cuaderno.
 
Existe cuando te muestras
lo mismo que un niño chico
y arrebujándote en mis brazos
te susurro: “Dulces sueños”
y aunque sé que estás dormido
sigo atusándote el pelo,
y con aire distraído
sobre tu frente pergeño
un apasionado verso:
Que no te turbe amarme, amor mío.”
 
Existe cuando tus ojos
se detienen en los míos
y los míos en los tuyos...
y se paraliza el tiempo.
Existe cuando al mirarnos
en mí te ves... y en ti me veo.


© María José Rubiera
 
 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Extranjero

 
Amanecerse,
como se amanece el alba
después de la noche negra,
negra... como la pena.
Negra...
como cánido mordiente
que la espesura frecuenta,
como una sima espantosa,
como raíz de mandrágula hembra.
 
Negra...
por ampararse la luna
tras la nube nigromante,
esa luna parturienta
que, entre espasmos sofocantes,
va pariendo las ideas
que buscan amamantarse
en la mente del poeta.
 
Amanecerse,
como se amanece el arco iris
después de copiosa lluvia,
como se amanece el eco
ante el clamor de la viuda,
en el confín del silencio.
 
Silencio...
un acervo de emociones,
de confusos sentimientos,
un extrañarse a sí mismo,
entrever al extranjero.


© María José Rubiera
 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Tiempo de amar... Tiempo de existir


Parsimoniosas,
se me hacen las horas que vivo sin ti,
mortecinas...
como el tiempo que se vive sin vivir.
Subrayo la soledad
del frontispicio celeste,
y puesto que la soledad se presta
a intrínsecas cavilaciones
y aventarlas lejos pretendo,
de la soledad extraigo
lo conspicuo que ofrecerte:
el fuego que en mi alma arde,
el arrojo que mi cuerpo siente.
En soledad escribo,
a solas con la osadía
que me procura el miedo
y la audaz temeridad
que hace madurar el verso.
Escribo...
puntualizando momentos
–insignes para la memoria,
someros para el universo–
en que haciendo dispendio de labia
sacabas a colación
mundanales petulancias,
y con divisa de ilustre
campeando en la solapa,
óleo de aceituna bruna
en el piropo enunciado
me robabas el sentido,
el reposo me afectabas.
Momentos...
en los que con brío exorcizabas
los maledicentes vientos
que en nuestro ámbito rolaban.

© María José Rubiera
 

   

 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

París

Hay visajes invernales
en el rostro de noviembre...
Relampaguea, truena,
llueve... desaforadamente:
recreación del diluvio
que el tímpano agrede.
Un jardincillo se anega

y es improvisada laguna,
a tamaño reducido,
para el parduzco gorrión,
es un parisino Sena
donde ataviar el plumaje
columbinas mensajeras.
 
Parisino:
evocador gentilicio.
 
París:
poesía en movimiento,
iridiscencia esplendente
alumbrando el amor.
París en noviembre:
el parnaso y tú y yo...
en vigilia permanente.
 
© María José Rubiera