Afuera, en el jardín,
las rosáceas del estanque
colonizan la umbrosa parcela
del boj y la hierbabuena.
Un grillo duerme la siesta,
mecido por el lloro del surtidor
que al pañuelo acuoso endilga
sus delirios de grandeza.
y la rosa sandunguera
cobijan al batracio verrugoso,
a la hilera de hormigüelas.
ni una desvaída nube
que le ensombrezca el carmín,
ni un incoloro celaje.
el abanico, plegado,
entregándose al bochorno,
alicaído, desmadejado.
Y nosotros... a lo nuestro.
© María José Rubiera
© María José Rubiera