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miércoles, 26 de febrero de 2014

Vernácula

No pertenecía
a hemisferio conocido.
Afirmaba ser oriunda
de La Ciudad Irisada,
descendiente de libélula,
adiestradora de mirlos,
pedículo de caléndula,
cesionaria del río Alba,
lauro reverdecido,
ninfa metamorfoseada…
 
Decía ser cera y estilo,
crónica y epopeya,
jeroglífico y papiro,
capitular de poema,
glosa y significado,
elegía vernácula,
cáliz glorificado,
oblea consagrada,
diamante acendrado:
el avatar… y la causa.
 

© María José Rubiera

miércoles, 19 de febrero de 2014

Cítara sin cuerdas

Vida de mi vida:
 
Tanto es lo que te echo en falta…
Con frecuencia me sorprendo imaginando
verte en el sol fulgente
que a la amanecida entra por la ventana
–un sol te me figurabas cuando estabas en casa–.
La dulce mimosa que anuncia la primavera,
la vehemente petunia del parterre,
la violeta nacida de forma espontánea,
la siempreviva pintoresca,
la modesta margarita,
el clavel alegre…
 
Tan profundamente acuso tu ausencia...
Ni un solo día me transcurre sin tener la sensación
de hallarme en un páramo desértico,
en mitad de la nada,
con un vacío en el alma.
Abomino los motivos que de mí te separaron.
Desde entonces soy decrépito follaje,
mirador sin panorama,
abstrusa niebla,
ola que no atina a besar la playa,
medusa urticante,
parasitaria ameba,
guirnalda sin cabello en que posarse,
cítara sin cuerdas…
 
Pudo haber sido diferente…
Supongo sería distinto
si la blonda luna de negro no se tiñera.


© María José Rubiera
 
 


lunes, 10 de febrero de 2014

Procesionaria

Llegaste,
con aires de roble recio
en los pausados andares,
con tu norteño gracejo
a modo de bandolera,
dispendio trovadoresco
y lírica gitanesca
en el forro del zurrón;
en tus venas de poeta,
la anhelosa pretensión
de culturar en mis mares
nacarinas madreperlas.
 
No me interesó saber
si eras soldado, adalid,
soberano destronado,
ilota desposeído
de derechos ciudadanos...
Y fuiste procesionaria
deglutiendo la pineda
que ensombrecía mi hacienda,
un ahora sin el antes
que se traducía pavesa,
un promisorio presente,
infinitud en esencia.

© María José Rubiera

jueves, 6 de febrero de 2014

Hidra


Que el mutismo no establezca

una línea divisoria

entre mi oído y tu boca.

No silencies la palabra

si de amarme te cansaras,

dímelo sin demora,

mejor hoy que mañana;

cuanto antes visite el infierno,

primero querré ver el cielo.

 
Cuando te arrojan al pozo,

ligero se aprende a flotar,

a hollar superficie firme,

sortear cristales rotos,

guarecerse de aguaceros,

petrificar emociones,

embalsamar sentimientos…

 
El amor es panacea falible:

tiene fecha de caducidad.

La oscuridad no es celeste,

es serpiente submarina,

hidra de siete cabezas

que se trasciende terrestre.


© María José Rubiera