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lunes, 7 de julio de 2014

Tiempo de estío


Fue ayer que en el ropero confinamos
el granizo del invierno
y desempolvamos la primavera
y en la campiña la oreamos,
y hoy... ahora ¡quién lo dijera!,
en manos del estío obran
el ábaco de los días,
el cómputo de las horas.

¿Reparaste en la premura
con que se evaden los meses,
la enjundia y celeridad
con que maquinan la fuga?
En la distancia se pierden...
¡con qué sordidez se van!

Se percibe diferente
el rasoliso del cielo...
Es tiempo ya de pernoctar al raso
tú y yo y la luna en creciente
mediando en nuestros abrazos,
y aplaudir el meteórico desfile
de las fugaces Perseidas.
Tiempo de pensar locuras,
de perder, además de la chaveta,
la falsa moralidad
y amarnos quedos y a oscuras
en el silente trigal,
y constatar si los besos
que te doy y que me das
son más dulces que las moras,
más sabrosos que las fresas.

© María José Rubiera

 

 

martes, 1 de julio de 2014

Marismeño

Entre las manos un libro
con las páginas en albo
y dos únicas palabras,
a modo de dedicatoria,
trazadas sobre la guarda:
un pronombre personal, y un verbo
conjugado en tiempo ambiguo,
en la glotis anudado
un vejatorio suspiro...
Cruzaba el esperpéntico
umbral de lo onírico,
accediendo a ese imperio de fábula
regido por el bruxismo,
en que todo es puro teatro
y se es espectador y consumado actor:
donde se es... sin ser el mismo.
 
Y se soñó marismeño
al mando de las marismas,
cuidador de los ánsares
que las frecuentaban,
amante de un cisne blanco
que soberbio, increíblemente bello
graznaba, acicalando el plumaje:
“¡Aléjate de mí, marismeño,
idos tú y tu herrumbrosa chalana
con la música a otra parte!
¿Ignoras que por ti siento nada?,
¿acaso no ves que ya no te quiero...?”
 
Con un apremiante deseo
cabalgando en la laringe,
desalentado, contrito,
sin chalana con que surcar los días
ni brújula que lo orientara,
sin víveres con que confortar el cuerpo
ni afectos con los que nutrir el alma...
regresó al mundo de lo establecido.

© María José Rubiera