Clama el garante del tiempo
el óbito del crepúsculo,
las plañideras saetas
caligrafían el opúsculo
destinado a las estrellas...
¡Ya se rubrica en la noche
el ágape de la fiesta!
Ya el entablado nocturno
se atavía de verbena,
ya en el tafetán celeste
filigranas de artificio
van figurando palmeras,
ya la ancestral Danza Prima
los muchachos interpretan,
ya el osado desafía
al rescoldo de la hoguera,
ya en la melena, prendida,
rosa de amor encendida
exhibe la hermosa niña.
¡Es la fecunda pradera
de amoríos alcahueta!
Unas sandalias de tiras
descansan sobre la hierba,
el trasiego de unos besos
arrebola las mejillas
de la cándida azucena,
la falda de albo algodón
se torna rojo cereza
y, como por arte de magia,
un trébol de cuatro hojas
en la escarcha se revela.
© María José Rubiera
© María José Rubiera