El silente silencio era testigo
de que mi mente nómada vagaba
y las dunas oníricas trillaba
con la intención de toparse contigo.
El inicuo viento abatía el trigo,
las áureas espigas deslavazaba
y a merced de la lluvia las dejaba
en tanto que yo soñaba contigo.
La alborada a hilvanarse comenzaba,
el éter de índigo se iba vistiendo,
yo sumida en el sueño continuaba.
El tenaz ensueño aún me frecuentaba,
mas no era yo la que estaba durmiendo:
dormía mi alma, y contigo soñaba.
© María José Rubiera
© María José Rubiera