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lunes, 30 de abril de 2012

Lady Luna

Soberana de la opacidad nocturna 
que cada noche te rasgas las enaguas 
y desnuda te sumerges en las aguas 
y pernoctas en los tálamos fluviales 
y arropándote con líquenes y algas 
imaginas ser recién desposada. 

Que por mor de ver al amor de tu vida 
y ante su apuesta imagen extasiarte 
el inicio del crepúsculo aguardas 
y en lo que dura tan efímero instante 
darle un abrazo, un beso, una caricia 
aun a riesgo de calcinarte la cara. 

Emperatriz de las sombras celestes, 
de pasiones impúdicas alcahueta, 
cómplice de relaciones ilícitas, 
celestina de tenorios y doncellas, 
¿me guarda fidelidad el hombre al que amo, 
o bien me es infiel y otros lechos frecuenta?

© María José Rubiera

lunes, 23 de abril de 2012

Felicidad...

Quebradiza, endeble es la dorada hebra
con que se traman los sueños,
volátil..., como la felicidad.

Nunca se me olvidará
que en cierta ocasión pregunté
a un filósofo, entrado en años,
por qué la felicidad
tiende a la fuga, a extraviarse
con pasmosa facilidad.
El sabio guardó silencio,
meditando la pregunta
y la posible respuesta
–me miraba con fijeza
y sus ojos denotaban
un conato de sarcasmo–,
pasados unos minutos,
exclamó con voz pausada:

"¡Felicidad... Ô là, là!
¿La has perdido, jovencita,
a qué esperas, pues, para ir en su busca?
Averigua dónde se esconde,
atrápala sin pérdida de tiempo
y una vez en tu poder
átala y jamás la sueltes.
Pero antes de embarcarte
en tan ardua aventura
has de hacerme una promesa:
fíame su paradero
si es que lograras hallarla,
pues también se me ha perdido
y quiero recuperarla."

© María José Rubiera

viernes, 20 de abril de 2012

Discúlpame

Discúlpame, por favor,
perdóname por apenas
reparar en tu presencia,
por no prestarte atención,
por perderme con frecuencia
en el intrincado mundo
de sinéresis, sinalefas
y demás exigencias de la métrica.
Por ser adicta a los vocablos
y dedicarles mi tiempo,
por no dejar de plasmarlos
en anodinos cuadernos
y de forma persistente
pretender hacerlos versos.

Por obviar que quieres ser
principal protagonista,
nunca el actor secundario.
Que las palabras son sólo palabras
y que a fuerza de pensarlas
me rehúyen, se me escapan
y se me vuelven ajenas, extrañas,
como si no derivaran
de lenguaje conocido
sino que se originaran
en algún lugar del ignoto espacio,
cuya ubicación exacta
sólo fue revelada a los pájaros.


© María José Rubiera 

domingo, 15 de abril de 2012

Enséñame

Enséñame a ver el mundo
no como acostumbra ser:
bien en sepia, o en blanco y negro,
ora átono, ora al revés,
 sino como sueles verlo
a través del caleidoscopio
con que usualmente lo ves.
 Enséñame a mirar la vida
a través del prisma con que la miras,
 a concebirla tal cual la concibes:
hermosa, en tecnicolor,
plena de dicha y sonrisas.

O si lo prefieres, mi amor,
refléjala en tus pupilas:
imaginaré que son dos ventanas
con vistas al exterior
y que todas las mañanas,
al asomarme a ellas, veré el sol
surgiendo de las montañas
 y elevándose en el cielo,
que cada noche me será dado ver
a la luna y los luceros
sellando su contubernio.


© María José Rubiera

miércoles, 11 de abril de 2012

El quinto jinete


Deambulaba, 
con paso cansino, con indolencia, 
las manos enfundadas en los bolsillos 
de un sobretodo raído, 
en la boca un rictus de indiferencia 
y en la mirada un deje de hastío. 
Por compañía llevaba 
al exasperante insomnio, 
la recurrente vigilia 
que de forma reiterada 
le iba horadando la vida, 
la inseparable soledad 
o, como solía llamarla: 
el quinto jinete apocalíptico 
que a lomos del alma cabalga 
en pos de la oscuridad. 

Era un fracasado, un perdedor 
–el otrora costoso diamante 
ya no era sino un vulgar vidrio 
hecho añicos, un desecho 
arrojado sin miramientos 
a un sucio contenedor–, 
pero ¿acaso le importaba? 
No, ya que nada pedía 
ni cosa alguna anhelaba, 
salvo echarse en el césped 
de un parque cualquiera 
y contemplar las estrellas.


© María José Rubiera 

                                                                                                                      


sábado, 7 de abril de 2012

Con salvia y ajedrea

Porque tengo la certeza  
de que nuestros sentimientos 
algún día declinarán, 
se volverán decrépitos 
no porque acusen los años, 
no por el paso del tiempo 
sino debido al cansancio, 
por carencia de alicientes, 
por la falta de entusiasmo 
con que ahora se mantienen enhiestos, 
debemos hallar el modo 
de reinventarlos de nuevo. 

¿Por qué no comenzar ya 
a aplicar al amor un ungüento 
elaborado con menta 
para mantenerlo longevo, 
a rociar los pensamientos 
con esencia de violetas 
para dinamizar los anhelos, 
con perfume de gardenias 
para sublimar el sexo? 
¿A aderezar nuestros besos 
con extractos de salvia y ajedrea 
para que nunca envejezcan, 
para que siempre nos sepan a nuevos?


© María José Rubiera


lunes, 2 de abril de 2012

Como los ojos del alma

Perpetuos son los neveros 
que habitan los recovecos 
de la alpina cordillera. 
Perpetuos como el amor, 
como el idilio de abril 
con los almendros en flor, 
como el ansia que tienes de mí 
y la sed que tengo de ti. 

Perpetuos como los sueños, 
como el gemido del aire 
de los piélagos sureños, 
como la montaraz fuente 
y sus silentes bisbiseos, 
como el fragoso torrente. 
Como los ojos del alma, 
en los cuales se reflejan 
los resplandores del alba, 
las delicadas cabriolas 
de las bellas mariposas 
y el bostezo de la luna 
al pernoctar sobre el agua.

© María José Rubiera