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lunes, 10 de diciembre de 2012

Dos palabras

Sé que no precisas
de expresiones afectadas,
discursos elocuentes,
frases estereotipadas
ni locuciones manidas.
 
Dos palabras son suficientes,
con dos palabras te basta,
dos palabras sencillas,
sinceras, espontáneas.
 
Dos palabras... simplemente,
junto con una caricia
fraguada en el alma,
dos palabras que compendien
lo que mis ojos relatan.
 
Dos palabras... solamente,
dos palabras, y un beso,
un beso que te recuerde
que eres el hilo dorado
con que se hilan mis sueños.
 
Dos palabras... únicamente,
sólo dos palabras: Te amo.


© María José Rubiera


jueves, 6 de diciembre de 2012

Escribiré...

Sobre el escritorio,
esperando ser violado
por conspicuas letras,
yace el folio inmaculado,
desfallece la pluma negra,
aguardando la férrea mano
que la fuerce a estar enhiesta.
Murmuran entre sí,
reclamando mi presencia,
mas, no sé si podré escribir,
se me resisten las ideas.
Escribiré, no obstante,
lo primero que se me ocurra,
espero lograr versos brillantes,
sin mácula ni tachadura.
 
Comienzo, pues:
 
El desamor es una prisión
sin puertas ni ventanas
que propicien la evasión...
Fría se queda el alma,
frío se queda el cuerpo,
frío se queda el amor
cuando bóreas asfixia la llama,
cuando en el lar expira el fuego,
y la ceniza es aventada
por los areles del tiempo.


© María José Rubiera

sábado, 1 de diciembre de 2012

Si estás ausente

Si estás ausente, te extraño,
si estás conmigo, me enervo...
Incurriría en autoengaño
si me obstinase en pensar
que me eres indiferente,
que en absoluto te amo.
Mi corazón, que no miente,
dice todo lo contrario:
cual indómito corcel,
se sobresalta al pensarte,
te presiente, te adivina,
aun sin estar presente.
Te reconoce, te identifica
en el fulgor de la nieve,
en la cadencia marina,
en el preludio del aire,
en la armonía del agua,
en la trova del torrente.


© María José Rubiera

lunes, 26 de noviembre de 2012

Soledad

Soledad..., soledad..., soledad...
 
Soledad,
del riachuelo reseco, 
de la acequia sin agua,
del charco sin aguacero,
del insecto sin alas,
de la flor sin pétalos,
del día sin madrugada,
de la noche sin luceros.
 
Soledad,
en el hogar sin fuego,
en el pábilo sin llama,
en el amor sin anhelo,
en el cortejo sin audacia,
en el cariño sin empeño,
en la caricia sofocada,
en los labios sedientos...
 
Soledad en el alma.


© María José Rubiera

jueves, 22 de noviembre de 2012

Por suerte

Lo rompí, lo rompiste...
¿Lo rompimos los dos,
o no fue sino mero accidente
que se rompiera el amor?
Quizá logremos recomponerlo,
por suerte, no se hizo añicos,
por fortuna, el niño ciego no entiende
de pretéritos indefinidos.
 
Aún estamos a tiempo
de evitar daños colaterales,
el invidente no sabe
movilizar los recuerdos,
ni proyectar fotogramas
de matices obsoletos
y pátinas desgastadas.
Desconoce, por ventura,
que rebobinar la película
no le confiere carácter de estreno,
ni adquiere cualidad de flamante
aquello que se hizo viejo.


© María José Rubiera


sábado, 17 de noviembre de 2012

Todo

Todo es turbador a tu lado.
Todo: el amor, la caricia,
la risa, el llanto,
la ventura, la desdicha,
lo sonoro, lo callado...
 
Tu boca peregrina,
escrutando el camino,
localizando el atajo,
tomando el desvío,
sitiando la delicia...
 
Tu mano transeúnte,
adivinando la hondura,
merodeando la cumbre,
revelando la hendidura,
vulnerando la cúspide...
 
Tus besos bohemios,
buscando lo impreciso,
desgajando los frenos,
asediando lo indistinto,
exonerando el deseo.


© María José Rubiera


martes, 13 de noviembre de 2012

Condénalos

Deja que mis labios besen
tus ardorosas mejillas,
que en tu patricia frente
repose mi mano tibia.
Déjame atenuar la fiebre
que te apaga y debilita.
 
Me abruma saberte enfermo,
insufrible me es verte
librar lid con los celos,
desafiarlos a duelo,
con ellos batirte a muerte...,
rendirte ante sus deseos.
 
No permitas que te venzan,
hurga dentro de tu cerebro
y doquiera los encuentres,
arrásales las defensas,
de tu voluntad hazlos reos,
condénalos a cadena perpetua.


© María José Rubiera
 
 

miércoles, 7 de noviembre de 2012

En tanto...

Estás aquí,
infinito, inmensurable,
estás conmigo, junto a mí.
Estás, pleno de vida, radiante,
caldeando la frialdad del lecho,
diluyendo la confusión nocturna,
la penumbra del aposento.
 
¡Oh, sí, estás!, gozándote,
en la sublimación del momento,
en el concluyente estertor,
en el después inmediato,
en el silencio ulterior.
 
¡Oh, sí, estás!, en el tálamo conquistado,
pletórico, durmiendo,
la sonrisa prendida en los labios,
con la frazada cubierto,
vinculándote a mi alma,
enlazándote a mi cuerpo.
 
En tanto que duermes,
analizo tu alter ego,
los intersticios de tu mente,
cada poro de tu pensamiento,
sondeo si eres quien dices ser,
si finges ser quien no eres.
En tanto que duermes,
indago si nos conocemos.
 
 

jueves, 1 de noviembre de 2012

Sedeña

Se dilató el útero de la sombra,
ora una contracción, ora un respiro,
un lacerante dolor,
otro más y otro seguido
hasta alumbrar la lívida aurora.
Nosotros, sin haber dormido
(a dormir se resiste el amor),
al alumbramiento asistimos,
asomados al balcón.
 
¿Recuerdas? Era pleno invierno,
diadema blanca lucía la montaña,
los témpanos pendían del alero,
la ciudad desierta estaba,
ni las vocingleras urracas
ni los gemidos del viento
osaban transitar la mañana.
Mas no acusábamos la gelidez,
ni tan siquiera reparábamos
en no enfundar más veste
que nuestra sedeña piel.

© María José Rubiera

sábado, 27 de octubre de 2012

Aguatinta

Podrías no ser tú..., pero sí eres. 

Eres tú y tus manos tibias, sedosas, 
recorriendo mi cuerpo, 
reconociéndome, 
recreándose en mi cabello 
aromado con magnolias. 
Eres tú y tus besos inéditos 
absorbiéndome, 
y tu entrecortado aliento 
humedeciéndome.

Eres tú y tu artesano pincel 
esbozando sobre el lienzo 
inflorescencias ambarinas 
similares a mi piel. 
Tú y tu cualidad de artista 
imaginando mi imagen 
sobre dúctil azófar, 
operando a voluntad 
el grabado al aguatinta, 
logrando tonalidades 
puras, vírgenes..., distintas.

© María José Rubiera

lunes, 22 de octubre de 2012

La misma

No me supongas distinta, 
soy la misma, bien amado, 
la misma con quien jugabas 
en tu castillo encantado: 
yo hacía de dama extinta; 
tú, de caballero andante, 
y sin pudor me besabas 
no por romper el ensalmo 
de unas magas infernales, 
sino porque seducirme tramabas. 

Soy aquella que descubriera 
que si amarte era pecado 
aunque en el averno ardiera 
pecaría de buen grado, 
y si por osar amarte 
imponerme penitencia hubiera, 
serías la jaculatoria eterna 
con que clemencia obtuviera. 

No he cambiado, soy la misma 
que un día, cual reo confeso, 
declaró cuánto te amaba 
y para ti ex profeso 
puso al descubierto el alma.

© María José Rubiera 

viernes, 19 de octubre de 2012

El pozo de los deseos

Cuando la penumbra afila las garras 
embozada y con artero denuedo 
la luz del día desgarra, 
cierro los ojos y pienso 
de qué están hechos los sueños, 
si la materia con que se generan 
es la misma que concibe 
al esporádico copo de nieve 
que en cuanto acaricia el suelo 
a desintegrarse tiende. 

Pienso si serán perdedores natos 
y rara vez consiguen realizarse 
por someterse a ventosos zarandeos 
que sin piedad los avientan 
al quimérico pozo de los deseos 
y lejos de acusar el impacto, 
pecando de narcisismo, 
hollando el cerril terreno 
que conduce a lo ficticio, 
persisten en su condición de sueños.


© María José Rubiera

 

lunes, 15 de octubre de 2012

A la carta

Amor, 
de matices diversos 
y sabores variados 
a la carta te serviré besos, 
mas no sin antes saber 
los que te causan tedio 
y los que te dan placer. 
Espero me seas sincero, 
si no, ni un solo beso te daré.

Selectos serán mis besos.

Del mar copiarán el mantra
que sin darse tregua recita, 
del cielo imitarán el misterio 
que en noches sin luna se adivina; 
de la tierra, la excelencia 
que a diario regala vida; 
del alba... ¡ay!, del alba 
tendrán el romanticismo, 
el éxtasis, la ternura, 
la levedad, lo idílico...


© María José Rubiera

domingo, 7 de octubre de 2012

Y el silencio calla

En la buhardilla, olvidada 
entre vaporosas faldas 
recargadas de volantes, 
castañuelas y peinetas, 
brazaletes tintineantes, 
enlutadas pañoletas, 
viejo calzado flamenco, 
la lacerada guitarra 
dialoga con el silencio: 

"Ya nadie de mí se acuerda 
ni pretende acariciarme 
ni gusta rasgar mis cuerdas 
ni tientos, bulerías y soleares 
de la garganta arrancarme", 
lamenta... y el silencio calla, 
mutis en las sombras hace; 
ocultos en la gaveta, 
de cante jondo repleta, 
los revoltosos roedores 
evitan importunarle, 
y se acallan los rumores 
de la voraz xilófaga 
corroyendo la cómoda, 
el alma de la madera.


© María José Rubiera

viernes, 5 de octubre de 2012

Recuerda

Si en la intrincada galaxia 
esta noche descubrieras 
la inusitada presencia 
de una fulgurante estrella 
que por su irisada aureola 
la hace semejante en nada 
al resto de sus hermanas. 
Si acto seguido la vieras 
cruzar el sideral espacio 
y salvando la distancia 
alcanzar el alféizar de tu ventana... 

Recuerda: 

Es la celeste emisaria 
a quien rogué te entregara 
la apasionada misiva 
que mi alma le escribió a tu alma. 
No figurará membrete en la misma, 
pero sabrás que soy quien te la envía 
por llevar un monograma 
que pensando en ti, mi amor, he trazado 
con el carmín de mis labios.

© María José Rubiera

martes, 2 de octubre de 2012

Quedos

Silentes, quedos deben ser los besos... 

Silentes 
como rigor del invierno 
que incluso al viento enmudece 
con mordaza de silencio 
y la humedad envilece 
forzándola a crujir huesos. 
Y no hay mácula en la nieve 
que ensucie el albo misterio 
ni indicio de huellas recientes 
ni sonido alguno mece 
la cuna de los ensueños, 
y el desvelo permanente 
hace del insomnio infierno. 

Quedos 
como manantial que emerge 
en la cresta de una cumbre 
y simulando ser sierpe 
repta bajo la techumbre 
que los helechos le ofrecen 
y sin titubeo discurre 
por ondulante pendiente 
hasta ver si se le ocurre 
perseverancia sedente, 
dejar de ser agua que huye 
y permanecer por siempre 
acomodado en pétrea ubre, 
fluyendo con mansedumbre.

© María José Rubiera

viernes, 28 de septiembre de 2012

Fantasía de una noche de verano

Si bien todo sueño alberga
simbolismo metafísico,
mi fantasía onírica
de aquel tórrido verano
en absoluto se asemeja
a la inmortalizada por el poeta:

La jungla urbana no era sino un jardín
donde la única luz que brillaba
era la emitida por las estrellas.
La luna, transpirando poesía,
narraba esas mil y una noches
en que hasta el alma más frígida
el acto carnal consiente
y sin reservas se entrega:
noches en que el amor vibra
y sabe a jazmín y madreselva.

En el peculiar pensil
impresa estaba tu esencia.
Estabas, acariciando mi nombre,
declarando que me amabas;
deseando impedir, no obstante,
que el aura lo proclamara
quisiste sellar los labios
y ningún otro vocablo
liberaste de la garganta.

Y me alejé de tu lado,
tomando por un sendero
que tenía por topónimo "olvido".
A la mitad del trayecto
me topé con un lamento
en el que reconocí tu voz,
pero no entendí qué decía:
el lenguaje me era desconocido.

© María José Rubiera

lunes, 24 de septiembre de 2012

Cautiva

Fue en un domingo de otoño
que, camuflada entre trapos,
revistas, libros añosos,
loza descascarillada
y demás ajados trastos
que los calés ofertaban
en el mercadillo dominical,
vi una caja de música
de palisandro rosado,
con taracea de nácar.

A pesar del recelo gitano
tomé entre mis manos la antigualla
y le levanté la tapa.
La cautiva bailarina danzaba:
el cabello recogido en un moño,
el tutú deshilachado,
el corpiño pringoso;
zapatillas de ballet
que tiempo atrás eran blancas
y a fuerza de tanto usarlas
se le habían vuelto pardas.

Danzaba y danzaba... sin darse parada,
tan sólo de cuando en cuando
en el espejo detenía la mirada
milésimas de segundo,
y continuaba la danza:
los torneados brazos elevados,
señalando al firmamento,
invocando a un ignoto demiurgo.

Yo... habría de jurar que lloraba.


© María José Rubiera

jueves, 20 de septiembre de 2012

Código secreto

Incluso las paredes oyen y hablan:
no saben guardar secretos;
a voz en grito pregonan
lo que se oculta en el alma.
Es por lo mismo, mi amor,
que debes tener mesura
y evitar signar tus versos
con estelas de pasión.

Cuanto tengas que decirme
codifícalo en tus besos.
Una vez se haya cernido la noche
y el vespertino lucero
haya culminado su éxodo
a los confines celestes
y tus labios rocen mis labios,
sabré descodificarlo.

Y si no, me adentraré
en el limbo de los sueños
y preguntaré a los astros
si decodifican textos.
Y si no, leeré en tu oriflama
la enardecida leyenda
que escribes cuando en mí piensas,
y al pronto hallaré la clave
para descifrar tus besos.


© María José Rubiera

lunes, 17 de septiembre de 2012

Deletéreo

Observo el cielo,
acodada en la baranda
de la náutica atalaya:
se avecina la tormenta,
el sol, atemorizado,
busca refugio seguro,
en las nubes halla amparo
y de grisáceos pigmentos
se va tintando el ocaso.
El mar está harto crispado,
deletéreo tema canta,
no tararea, no interpreta
melodías para el alma.
Haciendo trizas el traje
que vestía de mañana
ya no se adorna con dijes
de diamantes y esmeraldas,
ahora luce, circunspecto,
agresivo ópalo negro.
Regurgitando sargazo
esboza una diagonal
y taimado caracolea
hasta invadir la calzada,
y sobre el viandante itera
cristales de lluvia amarga.

© María José Rubiera

jueves, 13 de septiembre de 2012

Efeméride

Es a esta hora vespertina, 
próxima a hacerse leyenda 
en la efeméride del día, 
que me dispongo a confiar 
a la pluma y la cuartilla 
retazos de una historia 
que tan sólo a mí concierne 
y en modo alguno fiaría 
de no gravar en mi memoria 
cual laude de camposanto, 
en cuya área granítica 
reza el siguiente epitafio: 
Aquí yace mi alma afligida. 

Se debilita la tarde, 
expresándose indecisa, 
mostrando esa ambigüedad 
ora brillante, ora mate, 
de la otoñal claridad 
que ante la noche agoniza 
y de luz diurna nos priva. 
Absorta en la tarea impuesta 
enciendo una lamparilla, 
y desangrando la pluma 
sigo desgranando letras 
sobre la nívea cuartilla...

© María José Rubiera

lunes, 10 de septiembre de 2012

En mi nube

Cuando me rinda la herrumbre,
cuando el faro se oscurezca
y tu ensenada no alumbre,
no quiero que te entristezcas
ni de llanto atavíes el alma
ni de luto las ojeras.

Tornará otra primavera,
florecerán los narcisos,
las rosas y las azaleas,
surgirán las mariposas
de los capullos sedosos,
en el diseño del nido
se afanará el petirrojo,
la hembra cuco se valdrá
de domicilios ajenos
y el candoroso chochín
protegerá los cuclillos
creyendo son sus polluelos.

Acaecerá otro verano,
volverán las golondrinas,
madurarán las cerezas
y bajo la fronda de un árbol
te sentarás a comerlas.
Fluirá el inhóspito invierno,
y cuando menos lo esperes
gozarás de un amor nuevo
y casi sin darte cuenta
se licuarán los recuerdos
y se desleirán las penas,
y transcurrirás los tiempos
hasta extinguirse tu vela.

En tanto que eso suceda
te estaré aguardando, amor,
en mi nube particular,
con un cortejo de estrellas.


© María José Rubiera

lunes, 3 de septiembre de 2012

Absenta

Era incapaz de amarla,
hiriente, burda, árida,
álgida como la tundra
era la línea de sus labios
cuando procedía a besarla.

Atemperadas llanuras
y unas caricias robadas
en la intimidad exenta
de rigurosas miradas
agitaban ahora su alma.

Sólo pensaba en la absenta
que otro cáliz le brindaba,
en aquel licor prohibido
del que insaciable libaba,
aquellos besos gitanos
que al edén lo trasladaban
y el lene roce de manos
que el orgullo mancillaban.

© María José Rubiera

miércoles, 29 de agosto de 2012

Alta Magia

Ni malabarismos
ni palomas mensajeras
ni conejillos albinos
surgiendo de la chistera;
una bruñida pizarra,
cual negro alabastro negra,
era cuanto precisaba
para impresionar a la concurrencia.

Era hacedor de Alta Magia,
las leyes de la energía
y la materia alteraba,
en un punto imaginario fijaba
su turbadora mirada
y aquello en lo que pensaba
al pronto se bosquejaba
en la siniestra pizarra.

Una tenebrosa noche
cruzó el umbral de lo no autorizado,
violó lo jamás violado
y de magia hizo derroche;
errática, su mirada
vagó por lo imaginado
y pensó en la bienamada.
Sobre la superficie pizarrosa
se dibujó una bella mariposa:
lloraba... rotas tenía las alas.

La sombra fue envejeciendo,
el arrecife celeste
sin pausa se iba envolviendo
en la vacuidad agreste
del que sin ser sigue siendo.

© María José Rubiera



lunes, 20 de agosto de 2012

Primer amor

Tantos años han pasado, 
tantas han sido las veces 
que el carrusel ha girado 
y no obstante, 
sin embargo... 
aún te sigo añorando, 
añoro el callejón penumbroso 
en que nos dábamos cita 
y entre suspiros y besos 
jurábamos amor de por vida, 
los jardines recoletos 
donde nos fiábamos secretos, 
las tardes en que te demorabas 
y siéndome insufrible la espera 
de impaciencia gimoteaba 
y alzándome de puntillas 
entre la muchedumbre atisbaba, 
y al pronto te veía venir: 
el viento arremolinaba 
tu pelo lacio y moreno 
y al descubierto dejaba 
tu rostro imberbe y hermoso, 
y aún más de ti me enamoraba, 
y con andares resueltos 
hacia mí te encaminabas 
y de pasión irrefrenable 
tus ojos glaucos me hablaban, 
y me notaba arder por dentro 
y mis mejillas se arrebolaban. 

Tantas cosas han sucedido 
desde que por vez primera 
me subí al tiovivo 
y no obstante, 
sin embargo... 
aún te extraño.

© María José Rubiera

domingo, 12 de agosto de 2012

Dioses de barro

Gustaban de urdir patrañas 
con que embaucar a los hombres, 
elaboraban sofismas 
y fomentaban rencores, 
las ilusiones nesgaban 
y a zurcirlas procedían 
con hebras apolilladas, 
de suerte que se rompían 
antes de ser estrenadas. 

Y las leyes transgredían 
y ufanos se vanagloriaban 
de cosechar acres lágrimas 
y hacer que fueran impías 
y promiscuas se multiplicaran. 

Y acabaron por pensarse dioses 
y a los dioses enojaron 
por pensar como pensaban. 
Y el cielo abrió las compuertas 
y rienda suelta dio al fuego, 
y el fuego asoló la tierra.


© María José Rubiera

lunes, 23 de julio de 2012

Señor de las mareas

Como la voz del almuédano
que al fiel a oración convoca
elevando al viento su lamento.

Como canto de sirena
que al nauta seduce y aliena
y al piélago su vida le ofrenda.

Como resaca que retrocede y avanza
y voraz engulle la arena
y con chantilly decora la playa.

Como el señor de las mareas
que va y viene y se apropia la perla
y la nacarada bivalva desdeña.

Como el estanque dorado
donde las carpas bucean
y los nenúfares se reflejan.

Así eres tú, mi amado.

© María José Rubiera

sábado, 7 de julio de 2012

Cálido verano

Sin cota de malla
ni armadura ni yelmo,
sin riendas, a horcajadas
la vida cabalga
en los ijares del tiempo,
si bien las más de las veces
en lugar de trotar galopa:
la montura de la vida
no es un manso palafrén
sino un brioso alazán,
un indómito corcel
que a menudo se desboca.
¿Pero qué puede importarme
si a lomos del tiempo la vida trota,
galopa, o si cual demente suicida
su cabalgadura se desboca
y por un barranco se precipita
o por un despeñadero se arroja?
Continuaré amándote
aun cuando tu pelo se vuelva cano
y las ojeras tus ojos enmarquen,
aun cuando tus labios ajados
carezcan de savia con que ofrendarme
y el temblor de tus manos
te impida acariciarme.
Para mí, mi amado,
aun cuando en tu orilla el invierno
se recrudezca y en tu esencia se instale,
siempre serás cálido verano.
 
© María José Rubiera

 
 
 
 

lunes, 2 de julio de 2012

In crescendo

"Te llevaré a un lugar donde los astros 
figuran estar a un palmo de la mano", 
dijo él, y ella asintió con la cabeza. 
Y haciendo alarde de exquisita oratoria 
continuó desgranando palabras 
en tanto que la joven observaba, 
en la penumbra amparada, 
las desaforadas pasiones 
signadas en las pupilas grisáceas, 
la irreductible voluntad masculina 
en la línea de los labios bordada. 
Y sintió excitación, atracción, deseo, 
inquietud, vértigo..., miedo 
–miedo que iba en crescendo 
a medida que se adentraban 
en el paraje inédito–, 
y comenzó a temblar 
como una azogada 
y las sienes le estallaban, 
y se reprendió a sí misma 
diciéndose loca temeraria. 

Y perseveró la noche 
y no reverberó el alba, 
y el céfiro canturreó una salmodia: 
funesto agüero anunciaba.

© María José Rubiera

miércoles, 20 de junio de 2012

De igual manera

Quería irse, 
distanciarse del silo convencional 
en que el amor es hacinado 
como se hacina el cereal, 
olvidarse de los meses encastrados 
en la muralla conventual, 
de los años apilados 
en el acervo del tiempo, 
de la oscilación pendular 
que ralentizaba las horas 
y las hacía más densas. 

Quería irse, 
irse lo más lejos posible, 
aunque para ello hubiera 
de salvar laberintos 
hollados por pasos furtivos. 
Pero ni entonces ni nunca se iría, 
porque era consecuente: 
sabía que en la distancia amaría 
de igual manera que amaba en la cercanía.


© María José Rubiera

lunes, 11 de junio de 2012

Nada

Pensaba ser el lenitivo 
que mitigaba su pena, 
bálsamo para su satinada piel,
pensaba estar habitando su colmena 
y degustar de sus labios la miel. 
Pero no estaba, no permanecía, 
ni ocupaba el interior de su alma 
ni era un apéndice de su sombra 
ni en su alcoba yacía. 

Airado, el nordeste soplaba; 
a lo lejos, en el horizonte, 
la lene calina se deshilaba 
y una nube quiso ser bisonte. 
Y se preguntó si la propia existencia, 
al igual que la línea imaginaria 
que parece desposar 
el cielo con la tierra, 
no sería sino también imaginada, 
una fabulación de la mente 
con la retina conjurada 
para confundir a la gente. 
Fue entonces que pudo comprender 
que nada es como a los ojos se muestra, 
que nada es como aparenta ser, 
y al no ser sino mera apariencia 
dura lo que la impronta de la ráfaga 
que el instante deslumbra 
y al instante se apaga.

© María José Rubiera

domingo, 20 de mayo de 2012

Nómada (soneto)

El silente silencio era testigo 
de que mi mente nómada vagaba 
y las dunas oníricas trillaba 
con la intención de toparse contigo. 

El inicuo viento abatía el trigo, 
las áureas espigas deslavazaba 
y a merced de la lluvia las dejaba 
en tanto que yo soñaba contigo. 

La alborada a hilvanarse comenzaba, 
el éter de índigo se iba vistiendo, 
yo sumida en el sueño continuaba. 

El tenaz ensueño aún me frecuentaba, 
mas no era yo la que estaba durmiendo: 
dormía mi alma, y contigo soñaba.


© María José Rubiera

lunes, 14 de mayo de 2012

Ordalía

Las sombras se dispersan, 
la oscuridad se disipa, 
los gallos de alboroto hacen derroche, 
pregonando la ordalía 
en que se enjuicia a la noche 
y se excarcelan las claras del día. 

De su excelsa donosura 
se vanagloria la aurora, 
ante tan regia hermosura 
las luciérnagas se eclipsan 
y le rinden pleitesía, 
el aire se aromatiza 
y las aves ejecutan 
la matinal sinfonía. 

Las horas son fugitivas 
que se evaden en tropel, 
se precipitan los días, 
y nos repetimos, igual que ayer, 
como nos repetiremos mañana 
y pasado mañana y una y otra vez.

© María José Rubiera

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Nos amamos...?

No encarcelaré al amor 
en el penal de los versos, 
dejaré que vuele libre 
e impulsado por el viento 
se eleve lo más alto posible 
y se integre en el universo.

No mencionaré al amor 
si lo que siento es deseo, 
no lo mentaré en vano 
ni recitaré el verbo amar 
hasta saber conjugarlo 
no sólo en tiempo presente 
sino en futuro lejano.

Yo amo, tú amas... ¿Nos amamos?
Te acaricio, me acaricias, 
me besas, te beso, 
te mimo, me mimas... 
¿Nos amamos realmente, 
o es el fuego de la pasión 
quien a mimarnos nos mueve?


© María José Rubiera

viernes, 4 de mayo de 2012

Siempre será niña

No viajaremos en el mismo tren: 
me subiré al del estío 
y tú al del invierno, 
mas no te apures, amor mío, 
ambos están programados 
para arribar a nuestro destino. 

Aguárdame en el andén 
de la indeleble ilusión. 
Llegaré portando una valija 
con bombones de licor, 
amén de otras golosinas 
con que endulzarnos la vida. 

Antes de apearme del convoy 
miraré por la ventanilla, 
retendré el instante presente 
y fijaré en mi retina 
tu sonrisa y tus gestos: 
cuidaré de retocarlos cada día 
y redimirlos del tiempo. 

No te inquietes, vida mía,
como bien dijo el poeta cordobés:
"La primavera siempre será niña".


© María José Rubiera

lunes, 30 de abril de 2012

Lady Luna

Soberana de la opacidad nocturna 
que cada noche te rasgas las enaguas 
y desnuda te sumerges en las aguas 
y pernoctas en los tálamos fluviales 
y arropándote con líquenes y algas 
imaginas ser recién desposada. 

Que por mor de ver al amor de tu vida 
y ante su apuesta imagen extasiarte 
el inicio del crepúsculo aguardas 
y en lo que dura tan efímero instante 
darle un abrazo, un beso, una caricia 
aun a riesgo de calcinarte la cara. 

Emperatriz de las sombras celestes, 
de pasiones impúdicas alcahueta, 
cómplice de relaciones ilícitas, 
celestina de tenorios y doncellas, 
¿me guarda fidelidad el hombre al que amo, 
o bien me es infiel y otros lechos frecuenta?

© María José Rubiera

lunes, 23 de abril de 2012

Felicidad...

Quebradiza, endeble es la dorada hebra
con que se traman los sueños,
volátil..., como la felicidad.

Nunca se me olvidará
que en cierta ocasión pregunté
a un filósofo, entrado en años,
por qué la felicidad
tiende a la fuga, a extraviarse
con pasmosa facilidad.
El sabio guardó silencio,
meditando la pregunta
y la posible respuesta
–me miraba con fijeza
y sus ojos denotaban
un conato de sarcasmo–,
pasados unos minutos,
exclamó con voz pausada:

"¡Felicidad... Ô là, là!
¿La has perdido, jovencita,
a qué esperas, pues, para ir en su busca?
Averigua dónde se esconde,
atrápala sin pérdida de tiempo
y una vez en tu poder
átala y jamás la sueltes.
Pero antes de embarcarte
en tan ardua aventura
has de hacerme una promesa:
fíame su paradero
si es que lograras hallarla,
pues también se me ha perdido
y quiero recuperarla."

© María José Rubiera

viernes, 20 de abril de 2012

Discúlpame

Discúlpame, por favor,
perdóname por apenas
reparar en tu presencia,
por no prestarte atención,
por perderme con frecuencia
en el intrincado mundo
de sinéresis, sinalefas
y demás exigencias de la métrica.
Por ser adicta a los vocablos
y dedicarles mi tiempo,
por no dejar de plasmarlos
en anodinos cuadernos
y de forma persistente
pretender hacerlos versos.

Por obviar que quieres ser
principal protagonista,
nunca el actor secundario.
Que las palabras son sólo palabras
y que a fuerza de pensarlas
me rehúyen, se me escapan
y se me vuelven ajenas, extrañas,
como si no derivaran
de lenguaje conocido
sino que se originaran
en algún lugar del ignoto espacio,
cuya ubicación exacta
sólo fue revelada a los pájaros.


© María José Rubiera 

domingo, 15 de abril de 2012

Enséñame

Enséñame a ver el mundo
no como acostumbra ser:
bien en sepia, o en blanco y negro,
ora átono, ora al revés,
 sino como sueles verlo
a través del caleidoscopio
con que usualmente lo ves.
 Enséñame a mirar la vida
a través del prisma con que la miras,
 a concebirla tal cual la concibes:
hermosa, en tecnicolor,
plena de dicha y sonrisas.

O si lo prefieres, mi amor,
refléjala en tus pupilas:
imaginaré que son dos ventanas
con vistas al exterior
y que todas las mañanas,
al asomarme a ellas, veré el sol
surgiendo de las montañas
 y elevándose en el cielo,
que cada noche me será dado ver
a la luna y los luceros
sellando su contubernio.


© María José Rubiera

miércoles, 11 de abril de 2012

El quinto jinete


Deambulaba, 
con paso cansino, con indolencia, 
las manos enfundadas en los bolsillos 
de un sobretodo raído, 
en la boca un rictus de indiferencia 
y en la mirada un deje de hastío. 
Por compañía llevaba 
al exasperante insomnio, 
la recurrente vigilia 
que de forma reiterada 
le iba horadando la vida, 
la inseparable soledad 
o, como solía llamarla: 
el quinto jinete apocalíptico 
que a lomos del alma cabalga 
en pos de la oscuridad. 

Era un fracasado, un perdedor 
–el otrora costoso diamante 
ya no era sino un vulgar vidrio 
hecho añicos, un desecho 
arrojado sin miramientos 
a un sucio contenedor–, 
pero ¿acaso le importaba? 
No, ya que nada pedía 
ni cosa alguna anhelaba, 
salvo echarse en el césped 
de un parque cualquiera 
y contemplar las estrellas.


© María José Rubiera 

                                                                                                                      


sábado, 7 de abril de 2012

Con salvia y ajedrea

Porque tengo la certeza  
de que nuestros sentimientos 
algún día declinarán, 
se volverán decrépitos 
no porque acusen los años, 
no por el paso del tiempo 
sino debido al cansancio, 
por carencia de alicientes, 
por la falta de entusiasmo 
con que ahora se mantienen enhiestos, 
debemos hallar el modo 
de reinventarlos de nuevo. 

¿Por qué no comenzar ya 
a aplicar al amor un ungüento 
elaborado con menta 
para mantenerlo longevo, 
a rociar los pensamientos 
con esencia de violetas 
para dinamizar los anhelos, 
con perfume de gardenias 
para sublimar el sexo? 
¿A aderezar nuestros besos 
con extractos de salvia y ajedrea 
para que nunca envejezcan, 
para que siempre nos sepan a nuevos?


© María José Rubiera


lunes, 2 de abril de 2012

Como los ojos del alma

Perpetuos son los neveros 
que habitan los recovecos 
de la alpina cordillera. 
Perpetuos como el amor, 
como el idilio de abril 
con los almendros en flor, 
como el ansia que tienes de mí 
y la sed que tengo de ti. 

Perpetuos como los sueños, 
como el gemido del aire 
de los piélagos sureños, 
como la montaraz fuente 
y sus silentes bisbiseos, 
como el fragoso torrente. 
Como los ojos del alma, 
en los cuales se reflejan 
los resplandores del alba, 
las delicadas cabriolas 
de las bellas mariposas 
y el bostezo de la luna 
al pernoctar sobre el agua.

© María José Rubiera 

viernes, 23 de marzo de 2012

Orífice de sueños

Si de pronto un genio se me apareciese 
y tuviese a bien concederme deseos, 
pediría ser orífice de sueños, 
hacer de cada experiencia, 
de cada instante vivido a tu lado, 
un dorado y perenne recuerdo. 
Pediría aprehender un haz luminoso 
con que iluminar tus apagados ojos, 
capturar los atributos del fuego 
y avivar el amor que finge estar muerto. 

Pediría ser artífice, orfebre, 
labrar un dije, un camafeo 
de plata, oro, ónix y jaspe negro, 
figurando en el relieve 
nuestro momento más bello.  
Diseñar un relicario, 
con adornos marfileños, 
para albergar las reliquias 
de tus caricias y besos.

© María José Rubiera 

viernes, 16 de marzo de 2012

Si pudiera

Si me fuera factible, si pudiera,
iluminaría tu lado oscuro
con visos de las estrellas,
asiría la celeste luminaria
y alumbraría tu templo, tu altar,
la opacidad de tu alma.

Si pudiera, si me fuera posible,
trocaría tus lágrimas
en translúcido cuarzo
y ágatas jaspeadas,
en reflejos lumínicos
y aguas tornasoladas.

Mitigaría tu pena, si pudiera,
con idílicas cadencias
y trinos de ruiseñores,
con esencia de gardenias
y aromosos girasoles.

Si pudiera...


© María José Rubiera









lunes, 12 de marzo de 2012

A la deriva

La tarde languidecía,
estableciendo el límite
entre la noche y el día,
cuando ambos determinamos
abandonar tierra firme,
navegar por separado
y bogar a la deriva.

Emprendimos la travesía
a merced de la galerna
que iracunda golpeaba
tu embarcación... y la mía.
Y continuamos remando
 sin saber a ciencia cierta
 hacia dónde nos llevaba
la cegadora tormenta.

Arribaste al sur; yo, al norte,
desnudos, sin pertenencias.
Habíamos arrojado
por la borda el cofre
de las mutuas vivencias:
gratas en su mayor parte;
otras, aciagas, funestas,
y no obstante personales..., nuestras.


© María José Rubiera 








lunes, 5 de marzo de 2012

El artista


Era pintor,
un artista,
habitaba una buhardilla
y hora tras hora esbozaba
con pincel de plata fina
la efigie de su adorada.

Se levantaba al despuntar el alba
y de la aurora copiaba
 los matices ocres y rosáceos;
del cielo, el aguamarina,
magenta y azul cobalto.
Pintaba navíos, aves exóticas,
panorámicas marinas,
inflorescencias arbóreas...

Al atardecer hurtaba
el ópalo vespertino
que la lucerna filtraba,
se apropiaba la amatista
del artesonado celeste
 y sobre el lienzo recreaba
una violeta silvestre
y una singular alhaja
con que obsequiar a su amada.

© María José Rubiera