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sábado, 29 de octubre de 2011

Viejo roble

Viejo roble:
En esta tarde de otoño,
ambarina, luminosa,
quiero sentarme en tu base
y observar a las hormigas
que laboriosas se afanan
en procurarse viandas.
Ver las celosías perfectas
que tricotan las arañas,
a las presumidas hojas
que se contonean y vuelan
creyendo ser mariposas.

Quiero abrazarme a tu tronco
viril y majestuoso
y al amparo de tu copa
quiero hacerte confidente
de mis luces y mis sombras,
y que a tu vez me relates
la historia de los amantes
que jurando amor eterno
grabaron dos corazones
en tu corporeidad leñosa.

© María José Rubiera
 

lunes, 24 de octubre de 2011

Algunas veces...

Algunas veces,
me tiendo sobre la yerba 
y veo las nubes correr...
Veo bosquejarse en ellas
la imagen de hermosos navíos
sin timón ni timonel,
veo borreguitos albinos
y casitas de papel
y duendecillos con cuernos
y gatos con cascabel.

Algunas veces,
tendida sobre la yerba,
veo las nubes pasar
y no reprimo el impulso
de ponerme a recitar...
Por activa y por pasiva
recito modos y tiempos
del precioso verbo amar,
y la tarde me transcurre recitando:
amar, amado, amando...

Algunas veces,
me acuesto sobre la yerba
y veo las nubes correr
y me embarga la ilusión
de ir corriendo tras ellas,
y retorno a la inocencia
y a mis juegos con cometas...,
a la perdida niñez.
Y livianas se me hacen las horas
y llega el anochecer.

© María José Rubiera 

viernes, 21 de octubre de 2011

En busca del Tao

En numerosas ocasiones me han dicho
que la perfección no existe,
y sin embargo no desisto de encontrarla. 
La busco en cada detalle y por doquier,
la busco de forma persistente,
incansable.
Busco penetrar el misterio e imbuirme
de la transcendencia del Ser.

Aunque también he de admitir
que a veces la búsqueda me es onerosa
por lo que conlleva de dificultad,
por resultarme infructuosa,
y me asaltan sentimientos encontrados
amén de dudas razonables
y me digo a mí misma que no creo en nada.

En otros momentos creo vislumbrar el Tao
en la impronta del instante,
siento que me aproximo a él
y mi alma se alboroza,
pero la sensación apenas perdura:
En la fugacidad del destello
deslumbra y al pronto se extingue,
y no consigo aprehenderlo.

© María José Rubiera



martes, 18 de octubre de 2011

Cómplices

No tengas celos...
¿Acaso podría sentir por otro
el amor que por ti siento,
acaso podría entregarle cuanto te entrego...?

A nadie amaré como te amo,
te amaré hoy mañana y siempre
aunque tenga que nadar contra corriente
y someterme al bamboleo del viento.

Somos privilegiados:
sólo tu alma y mi alma, sólo tú y yo
develamos el misterio del amor...,
tú, yo y escasos afortunados.

El amor...
Ese amor por los poetas ensalzado,
revelado a la minoría,
a los profanos velado.

Somos afortunados:
gozamos del privilegio de amarnos,
de compartir los anhelos,
de ser cómplices de sueños.

© María José Rubiera


domingo, 16 de octubre de 2011

Extraña luce la noche

La nubes cubren la Luna,
extraña luce la noche...
Cientos de ojos acechan
ocultos en la espesura:
ojos rapaces, lupinos,
criaturas del sotobosque
que se ausentan del cobijo
para dar caza a sus presas.

¡Asustada estoy, cariño...!
Protégeme entre tus brazos,
sé cual amorosa hiedra
enredada en torno al árbol.
¡Abrázame fuerte, amor mío...!
Necesito tu contacto,
la caricia de tus besos,

la cercanía de tu hálito.


© María José Rubiera




jueves, 13 de octubre de 2011

Por eso

Cuanto comienza, termina,
porque es ley universal
y no queda sino acatarla...
Aunque comience de nuevo,
no conservará la forma inicial,
ya no tendrá el mismo aspecto.

Por eso quiero continuar amándote,
porque quiero conservar tu imagen
tal como la veo ahora...
¡Por eso!
Porque quiero amarte según eres:
bello por fuera y por dentro.
Porque no quiero perderte
en la bruma del olvido,
en la sombra perniciosa
de un pasado que no vuelve.

Te amaré con constancia.
Te amaré...,
mañana, tarde, noche y madrugada.
Te amaré mientras aliente,
te adoraré mientras viva
y más allá de la muerte.

Nada es perpetuo..., ¡nada!,
salvo este amor que me fluye
por la venas, por las recónditas
entrañas.

© María José Rubiera
 


martes, 11 de octubre de 2011

Leyenda de un beso

 ¡Shhh...!
No hagamos derroche de palabras,
amémonos en silencio
que es como mejor se ama.
Así, pues, silenciemos los labios
con un beso, y evitemos decir nada.

 Un beso...
Según reza un milenario manuscrito
la vida comenzó con un beso,
pero quizá no sea sino leyenda.
¿Quieres que te la narre, amor? ¿Sí...?
Acomódate y préstame atención:

 Hete aquí que el astro rey,
prendado de la Tierra,
la iluminó con sus rayos
y la caldeó con su aliento...
Y queriendo fecundarla convocó
a los genios del viento y de la lluvia
y haciéndolos partícipes de sus cuitas
les confesó su gran deseo,
rogándoles le prestaran ayuda.

 El viento, portando la semilla,
la sembró en el útero de Gea;
la lluvia, desprendiéndose de las nubes,
procedió a humedecerla.
El Sol depositó un beso de fuego
sobre la faz de su amada...,
sólo un beso y, ¡oh, milagro!,
la Tierra fue fecundada.


© María José Rubiera

 







sábado, 8 de octubre de 2011

Ay, Amor...

Ay, Amor, cuán ladino eres
y con cuánta destreza juegas tus cartas...
Imposible resistirse
al ímpetu con que acometes,
a los taimados ardides,
a las ilusorias trampas
que a los amantes les tiendes.
¿Cómo puede ser posible
que a ciegas lances las flechas
y atines a dar en la diana...?

¿Cómo imaginar que un día
llegaras a herirme de muerte...?
Sí, bien digo: De muerte,
tan flamígero es tu fuego
que por fuerza en él se perece.
Herida estaré por siempre...
Lesionada tengo el alma
desde que entraste en mi vida
sin anunciarte siquiera,
sin que contigo contara.

© María José Rubiera




miércoles, 5 de octubre de 2011

A solas conmigo misma

Hay un precioso lugar
donde acostumbro perderme
cuando quiero estar a solas,
una idílica caleta,
réplica del edén,
en la que sueño despierta...
A solas conmigo misma
y los pizarrosos acantilados
que con altivez me observan,
doy rienda suelta a la mente
y me dispongo a soñar
mientras me dejo mecer
por el rumor de la brisa
y el soliloquio del mar.
Y poco a poco me entrego
a un plácido duermevela
en el cual te visualizo
como cuando estás conmigo
y en silencio te aproximas
y respirando muy quedo
reposas sobre mi nuca
y con tus labios la mimas,
y ciñíendome la cintura
rozas mi piel con tu piel
y, con lentitud pasmosa,
asciendes por mi garganta...
hasta fundirte en mi boca.

© María José Rubiera