Buscar este blog

jueves, 30 de junio de 2011

Como el imán

Me hechizan tus ojos negros,
negros como el azabache,
rútilos como luceros
y de irisados destellos...;
cual fruto de endrino, prietos.

Me cautiva tu mirada
cuando sobre mí reposa
dulce, serena..., diáfana,
con implícita promesa
velada entre las pestañas.

Adoro tu risa argentina,
tu voz acariciadora,
tus manos de ilusionista...
Me atrae tu cuerpo trigueño
como el imán atrae al hierro.

Me enamoran tus palabras,
la exquisitez con que me hablas,
tu forma de decir "te amo"
en la recoleta noche
y en la incipiente mañana.

© María José Rubiera

lunes, 27 de junio de 2011

Contigo...

¿Adivinas cuál sería mi respuesta
si al día de hoy me preguntaras
qué anhelo con más vehemencia...?
Te respondería: "Me basta tu presencia".

No tengo afán de riqueza...
Aunque no more en palacios
me elevo al rango de alteza
cuando me rozas los labios.
Contigo me siento rica,
rica en amor, en besos y en caricias.

Contigo no me importaría habitar
una gruta submarina
rodeada de madréporas
rojas, pardas: coralinas.
Contigo me es suficiente vivienda
el firmamento poblado de estrellas.

¿Para qué ansiar más tesoros...?
No albergo ambición alguna
salvo mirarme en tus ojos
bajo la luz de la luna.

© María José Rubiera

viernes, 24 de junio de 2011

Feliz y mágico fin de semana, queridos amig@s.



Para entonces...

Con el correr de los años,
subiremos la pendiente
echándole a la existencia redaños.
Y en las dunas del olvido
nuestro amor será enterrado.

El amor que hemos gozado,
en la arena yacerá soterrado.
Tan sólo de cuando en cuando
recordaremos haberlo vivido,
mas será recuerdo baldío.

Es probable que añoremos
aquel amor extinguido.
Mas..., para entonces, cariño,
nuestro amor ya será sombra
extraviada en la memoria.

© María José Rubiera

miércoles, 22 de junio de 2011

Noche estival

La noche expandía aromas
diamantinos, excitantes,
elaborados por diosas
y hechiceras exultantes.

Y me hiciste una diadema
de espliego, jazmín y rosas,
y me nombraste tu reina:
reina de las mariposas.

La Luna se engalanaba
con un nácar especial,
y un lucero se adornaba
con el veste estival.

Y tus versos... ¡Ay, tus versos!,
rimados en madrigales,
se me figuraban besos
robados en los trigales.

© María José Rubiera

sábado, 18 de junio de 2011

Porque me place

Te amo porque te amo,
sin que exista otra razón
que el gran anhelo de amarte...
Te amo, porque me place.

Te amo porque te amo,
por ser la luz de mi vida,
porque en mi ser te adentraste...
Porque me deleita amarte.

Te amo porque te amo,
porque eres sol que me alienta,
faro que mi noche orienta...
Por ser devoción amarte.

Te amo porque te amo,
porque tu amor es pureza:
requisito indispensable
para quien aspire a amarme.

© María José Rubiera

jueves, 16 de junio de 2011

Aquella tarde...

Aquella tarde otoñal,
teñida de dorado ocre,
de áureo ámbar y aguamarina,
se encontraron nuestras vidas.

En una calle cualquiera,
nos topamos frente a frente:
bien por mera coincidencia,
bien porque escrito estuviera.

Comenzó a ulular el viento,
las hojas revolotearon
con lujuria y despilfarro...
Y me acogiste en tus brazos.

Nuestros cuerpos, se rozaron;
de hito en hito, nos miramos,
sosteniendo la mirada
con intención de indagarnos.

Y a partir de aquel instante,
sin haberlo pretendido,
sin que pudiera zafarme,
en tu red me aprisionaste.

© María José Rubiera

lunes, 13 de junio de 2011

Por doquier...

Húmedos como el rocío,
ingrávidos cual calima:
así me parecen los besos
con que cada día me mimas.

En cada caricia otorgada,
más se me rinde tu alma;
a mi vez, te entrego mi ser
en cada silente palabra.

¿Para qué emplear palabras?,
¿para qué las expresiones
hechas voz..., manifestadas?
No precisamos vocablos:
bastan nuestros corazones
para escucharnos y amarnos.

Por doquier hallamos signos
que por sí solos nos hablan
del amor que nos embarga:
En la brisa matinal,
en el vuelo de las aves
y en la mariposa alada,
en la reciedad del árbol,
en la fontana que mana...

©  María José Rubiera

viernes, 10 de junio de 2011

Al filo de la medianoche

Al filo de la hora bruja
me encaminé hacia la playa,
llevando por compañeras
las estrellas argentadas.

También tú me acompañabas;
siempre te llevo conmigo
adondequiera que vaya:
impreso te llevo en el alma.

De tal suerte estás conmigo,
tan dentro de mí te tengo,
que hasta en el soplo del viento
creo reconocer tu aliento.

Moras en mi pensamiento;
en cada momento, te siento:
en el susurrar nocturno,
en las voces del silencio.

© María José Rubiera

jueves, 9 de junio de 2011

Polaridad

Más que nunca, necesito que me ames,
más que nunca, preciso de tu consuelo.
¡Mis horas transcurren en el tormento
de sentirte tan cerca..., y a la vez tan lejos!
¡Si supieras cuánto te echo de menos...!

¡Ay, amor, tanto es lo que nos amamos
que a buen seguro llegaremos a odiarnos!
Pues aun siendo diametralmente opuestos,
odio y amor son de igual naturaleza:
sólo es cuestión de grados la diferencia.

© María José Rubiera

lunes, 6 de junio de 2011

Cierra los ojos

"¡No sigas!", te conmina la razón,
restándote voluntad y valor.
Mas tu alma, aliada con el corazón,
te impele a reunirte con tu amor.

Tan sólo cierra los ojos,
vuela con el pensamiento
para reunirte conmigo,
para gozar de mis versos.

Tan sólo cierra los ojos
para sentirme muy dentro,
para estrecharme en tus brazos,
para saborear mis besos.

© María José Rubiera

viernes, 3 de junio de 2011

Soneto

De tus cuitas, no tienes confidente:
Jamás nadie sabrá qué te enajena,
qué te hiere, ni la causa de esa pena
que se ha hecho recurrente en tu presente.

¿Quién puede saber qué mora en tu mente,
de qué amarga nebulosa está plena,
cual plena de miel está la colmena,
ni el porqué te distancias de la gente?

¿Quién puede conciliar tu pensamiento,
ese habitáculo, fragua de celos,
donde adquiere forma el resentimiento?

¿Quién evitarte el acontecimiento,
generador de angustias y desvelos,
que se place en zaherirte el sentimiento?


© María José Rubiera

miércoles, 1 de junio de 2011

Guardemos silencio...

Guardemos silencio, amor:
oiremos hablar al aire
si silenciamos la voz.

Si silenciamos la voz,
al río oiremos cantar
en su eterno deambular.

Oiríamos las luciérnagas,
cortejándole al Amor,
si acalláramos la voz.

Si silenciamos la voz,
oiremos el coqueteo
de las hojas con el viento.

Los astros desvelarán
el porqué de la Creación,
si silenciamos la voz.

Ámame en silencio, amor:
escuchemos nuestras almas
redimirse en el perdón.

© María José Rubiera